Gutiérrez Rojas pronuncia esta tarde la conferencia ‘Cómo afrontar con humor la educación de los hijos’
Luis Gutiérrez Rojas, quien pronuncia hoy una conferencia en el colegio Nuestra Señora de la Consolación, señala tres elementos a tener en cuenta a la hora de educar a los hijos: las familias perfectas no existen; hay que unir cariño y límites, y debe valorarse todo lo relacionado con el esfuerzo y el dolor.
El psiquiatra Luis Gutiérrez Rojas pronuncia esta tarde a las 19 horas la conferencia ‘Cómo afrontar con humor la educación de los hijos’ en el colegio Nuestra Señora de la Consolación de Ibiza, a la que hay acudir con invitación, que se recoge en el colegio. Gutiérrez Rojas defiende que los niños a los que sus padres no «solucionan la papeleta» son más «maduros, inteligentes, independientes».
– ¿Por qué es necesario aplicar el humor a la hora de afrontar la educación de los hijos?
– Vivimos en un mundo que, sobre el tema de los hijos, lanza mensajes muy pesimistas o angustiosos en el sentido de que es muy complicado. Yo creo que la tarea de ser padres y educar no es tan difícil y es algo gratificante, donde uno disfruta mucho más de lo que sufre. Meter el concepto de humor es dar esa mirada amable: educar no es fácil pero tampoco es tan difícil, lo hemos hecho las personas desde el inicio de la humanidad.
– Y sin embargo, pese a haberlo hecho desde siempre, ahora padres y madres necesitan que les enseñen a educar. ¿Por qué?¿Es inseguridad?
– Yo creo que hay muchas amenazas. Por un lado, la figura paterna y materna más cercana a la autoridad, en la que los padres tienen las ideas claras, saben lo que quieren para sus hijos y marcan límites y pautas según su comportamiento es un modelo un tanto obsoleto. Se han introducido corrientes de que somos amigos de nuestros hijos y que hay que educar desde la motivación, que pierde esa parte en la cual una persona, para crecer y madurar, también necesita que se le diga que no. Decir ‘no’, castigar, reprender, a los padres de hoy en día parece que les cuesta muchísimo y que hasta se sienten culpables porque creen que no lo están haciendo bien.
– Entonces…
– Tenemos que reivindicar la figura paterna y materna como una figura de autoridad, que tiene las ideas claras, sabe qué es correcto, marca límites y pautas, para que el padre de hoy en día no sufra tanto. Y luego hay otros elementos.
– ¿Cuáles?
– Uno es la bajada tan potente de la natalidad. Tenemos poquísimos hijos, que muchas veces son hijos únicos, y eso hace que tengan unas condiciones externas en las que no encuentran ningún hándicap: lo tiene todo más fácil, tiene más cerca todo tipo de medios cercanos al ocio, a los caprichos. Antes, tener un hermano o dos ya te lastraba un poco porque ellos te decían que no, te marcaban esos límites. Hoy no pasa. Las personas no están acostumbradas a compartir ni a ser generosas, parece que quieren imponer su voluntad; hay una especie de niño dictador que domina. Y eso genera en los padres una angustia tremenda porque no saben cómo manejarlo.
– ¿Qué claves deben tener claras padres y madres a la hora de educar a sus hijos?
– La primera es que no existen familias perfectas. Tenemos que ser conscientes de que hay muchas cosas que salen mal, de que nuestros hijos no pueden ser destacados en todo. Tienen defectos. Y es importante conocernos bien nosotros y a nuestros hijos, sus limitaciones, ya que a veces sólo señalamos lo positivo en esta especie de hipermotivación fantástica y parece que los defectos los obviamos.
– ¿Qué más?
– Unir el cariño con los límites. Te quiero mucho, te acepto y te quiero como eres, pero te señalo las cosas que están mal. Los padres tienen que marcar límites: a qué hora te acuestas o te levantas, qué harás por las tardes, qué acceso tendrás a los bienes materiales. Y además, [los bienes] te los tienes que ganar; los seres humanos no valoramos lo que nos dan gratis y los hijos de hoy no valoran las cosas porque no les ha costado esfuerzo conseguirlas.
– ¿Y por último?
– Valorar todo lo que tiene que ver con el esfuerzo y con el dolor. Ahora todo es confort, lujo, satisfacción, pasarlo bien. ¿Y donde está lo otro? La vida tiene una parte de cruz, hay que renunciar, sacrificarse. Lo vemos con los deportistas: Si quieres conseguir una meta te tienes que dejar la piel. Pero nuestros hijos, en cuanto sufren un poquito se deprimen y acaban en la consulta de psiquiatras y psicólogos porque les da el bajón, porque no soy capaz. Las personas más cercanas al dolor y al sufrimiento son mucho más maduras y capaces de saltar esas vallas de dificultad que están en el mundo. Nuestros hijos están tan protegidos, los hemos querido y apoyado tanto, que los hemos hecho bastante inútiles.
– Y todo esto, ¿cómo se afronta con humor?
– De alguna forma, los padres nos desesperamos, nos quejamos, nos angustiamos; decimos: ‘Mi hijo es un desastre, el mundo está fatal’. El humor es lo contrario, hay que desdramatizar, quitar importancia, relativizar. Para los hijos, todo es dramático: ‘No te hablo porque ya no eres mi amiga. El profesor me tiene manía’, y nosotros no podemos ponernos a su altura, tenemos que quitar hierro. Pero, en este mundo, los padres se alinean con el discurso neurótico e infantiloide de los hijos y si cuentan que en el colegio los están tratando mal, van y montan un pollo.
– Y ahí está la relación de los padres con los docentes.
– Si antes decía que hay que reivindicar la figura de autoridad del padre, también hay que reivindicar la figura de autoridad del maestro. Un mundo en el que padre y maestro están alineados, es bueno para el hijo. Pero hoy la alianza es de padre e hijo, si me apuras, contra el profesorado. Y los profesores explican la dificultad que tienen para ejercer la autoridad, castigar, decir que no. ¿Qué significa afrontarlo con humor? Decir: ‘Si mi hijo no es bueno para esto, no pasa nada’; no hay nadie más insoportable que una persona sin defectos.
– Pero el día a día es duro. Gestionar rabietas o problemas, según la edad, es complicado.
– Si un hijo viene con una rabieta y digo: ‘Cuéntame, qué ha pasado, cómo, dime los detalles, qué te dijo’, ésta se convierte en un conflicto infinitamente mayor. Si digo: ‘Tiene un día malo, da cuatro voces, se pone bien y hablamos’, el padre está menos angustiado y el hijo dejará de hacer esas cosas. Estas conductas, y lo veo en la consulta, de hijos que amenazan con suicidarse o irse de casa o que insultan a sus padres, son mucho más infrecuentes en familias que extinguen este tipo de conductas, mientras que en las que les hacen caso, se multiplican al infinito. Y no es tan duro si uno sabe manejarlo desde el principo, desde que el niño tiene tres años. Si lo has hecho bien con tres años, con 16 no tendrás problema. Si lo has hecho fatal con tres, con 16 las soluciones son más complicadas.
– Su discurso choca contra…
– Es contracorriente a muchas cosas que escucho. Yo me baso en mi experiencia, en lo que he leído y lo que veo. Cuando veo familias muy desordenadas que empiezan a utilizar este tipo de técnicas o pautas, cambia completamente la película. Cuando uno deja de escuchar tanto al hijo, el hijo mejora. Mientras que esa hiperatención con una tasa de natalidad bajísima, es dramática pues hacemos un hijo inútil, en cuya vida todo será conflicto, trauma… ¿Por qué hacemos los deberes con los hijos? ¿Por qué nos metemos en el grupo de whatsapp con otros padres para ver si tiene que hacer el ejercicio 8 de la página 5? Ese padre vive amargado y, curiosamente, su hijo es 34.000 veces más inútil. ¿En la universidad también vas a cogerle los apuntes? El hijo que al que no le soluciono yo la papeleta, es más maduro, inteligente, independiente, espabilado y afronta las dificultades y los problemas inherentes al ser humano.
Fuente: www.diariodeibiza.es